Tal vez pocos estén enterados de una petición que ha logrado
llegar a las más altas esferas de la ONU, en este caso al Comité Internacional de los Derechos del Niño, comisión encargada
de dar seguimiento y supervisar el cumplimiento de la convención que México -al
igual que la mayoría de los países del mundo- firmó en el año 1989 a favor de
la infancia. Se trata de una toma de conciencia sobre la
importancia del juego promovida por la International
Play Association ( IPA – Asociación International por el Derecho del Niño al
Juego), organización no gubernamental fundada en Dinamarca en 1961. Según nos
informaron en el evento “Jornada sobre
el Juego”, realizado a fines de mayo en la Comisión de Derechos Humanos
del DF (CNDHDF), durante las sesiones del Comité
que se celebraron en Ginebra -entre el 14 de enero y el primero de febrero de 2013
- se logró un “Comentario General” al Artículo 31, en el que se estipula el
derecho de la infancia al descanso, el esparcimiento, el juego, la cultura y
las artes.
El IPA había proyectado dar más peso a sus palabras a través
de la realización de una “Consulta Mundial sobre el juego”, misma que -con el
apoyo económico de la Fundación Bernard van Leer- se llevó a cabo en el 2010 en
ocho ciudades (Mumbai, Tokio, Bangkok, Beirut, Johannesburgo, Nairobi, Sofía y
México). En el caso de México la consulta se realizó además, bajo la
coordinación de la Dra. Yolanda Corona Caraveo (profesora de la Universidad
Autónoma Metropolitana de Xochimilco), en otras sedes del interior de la
República. Sin duda estamos ante un esfuerzo “incluyente” y de consideración en
el cual nuestro país tiene el privilegio de ocupar un lugar destacado. Pasemos
por alto que en su momento la representante de IPA en México, la Dra. Lilián
Montesinos -catedrática en Nuevo León- ignorara la puesta en marcha de esta
iniciativa, para centrarnos en el
informe que se presentó al comité internacional y sobre el cual se convocó a
una reunión informativa dentro de la “Jornada sobre el juego” promovida por la
revista “Rayuela” de la Institución de Asistencia Privada "ednica"
en mayo de 2013.
Según dicen en el resumen del informe general de la
investigación efectuada por IPA :
“Las y los participantes fueron, en su mayoría, personas adultas
profesionales, invitadas por su amplia experiencia y conocimiento en el área de
derechos de la niñez, juego infantil y campos relacionados en sus respectivos
países.”(IPA Resumen General)
En efecto se habla de “Más de 350 personas adultas, expertas y expertos en materia de juego
infantil” además de 400 niños. Si los asistentes en cada una de las jornadas
mexicanas de “consulta” -como ocurrió en la Ciudad de México- rondaban las
veinte personas, debemos congratularnos de tener un alto número de adultos expertos en juego en este país. Algo tal
vez inusual cuando la propia IPA se inquieta al ver el escaso número de investigaciones sobre la
temática realizadas en esta parte del mundo.
Ya que debemos ser cuidadosos con las palabras, como
bien nos recuerda Luz María Chapela haciendo un comparativo con ciertas
reflexiones de Jean-Paul Sartre, hablamos
del juego sin tener claro por qué lo defendemos y por qué resulta indispensable (p 82) ;
empecemos por preguntarnos que se entiende por “expertos
en juego”, habida cuenta que en México
no existe, a mi conocimiento, ninguna institución de reconocido prestigio que
brinde un título universitario en dicha especialidad. Esta carencia, además de evidenciar el poco interés de
nuestros académicos en la materia, deja abierto el campo a quienes piensan que
con un cursillo de 20 ó 30 horas se puede otorgar una acreditación equiparable a la de un investigador de tiempo
completo.
Pero
regresemos al análisis de la Consulta realizada por el IPA, dónde la opinión
compartida por los encuestados es que la primera dificultad que enfrenta un
verdadero reconocimiento del “Derecho al Juego” es la “falta de conciencia”, de
la cual adolecen los adultos en general -así como los tomadores de decisiones en
lo particular- de la importancia y alcances del juego en lo que respecta al
desarrollo infantil.
No es este
el lugar para enfrascarnos en un debate sobre una definición veraz y
contundente que abarque las múltiples facetas que puede tener “el juego”, por
ello, para los fines que nos proponemos – y puntualizando que el juego debe de
ser gratificante y libremente escogido - espero que concuerden conmigo en que,
cuando hablamos de “juego infantil” aludimos a una actividad que es la vía natural
de apropiación y experimentación que los niños tienen de su entorno. Ocupación
cuya complejidad permite -al mismo tiempo
que ellos realizan sus descubrimientos y van afinando sus nociones sobre el
mundo- desarrollar sus capacidades teniendo en cuenta el potencial de cada una
de las etapas de su evolución personal.
¿Por qué
entonces no hay mayor énfasis en los medios académicos sobre un tema tan
esencial? Nuevamente el asunto se origina en ciertos malentendidos: se suele
considerar al niño como un ser en formación que nosotros adultos tenemos el deber
de orientar para que logre una adecuada preparación. Esta “capacitación” -según
opinión igualmente difundida- difícilmente puede ocurrir en total libertad y
sin un “entrenamiento” que, por desgracia, suele tener facetas poco agradables.
El juego es algo tan natural y espontáneo que no puede más que contrastar con
estos altos designios que, hasta hace algunos años, semejaban cubrir en cambio las
instituciones escolares. Por fortuna esta actividad lúdica, “inevitable” en los primeros
años, no conlleva inconvenientes excesivos -a juicio de estos mismos adultos- y,
por regla general, en unos años tiende a atenuarse si no a desaparecer del
todo.
El problema
está en que la “naturalidad” del juego en las sociedades en que vivimos hace
mucho que dejó de ser tal. Por ello cada
vez resulta más evidente
cómo nuestro “modus vivendi” afecta y distorsiona la capacidad lúdica de
nuestros infantes. Al mismo tiempo se ha demostrado qué tanto el “dejar de jugar” en esta etapa de la vida puede ser
revelador de graves dificultades. Investigadores y científicos tienden así a corroborar
una necesidad vital de la actividad lúdica. Cabría agregar
que la desigualdad social imperante -que evidentemente
se extienda también a este rubro- es altamente perjudicial; en especial, en este caso, por la forma en
que este aspecto determina y marca el desarrollo de la infancia. De allí la urgencia de buscar opciones para
paliar las carencias, por lo cual todo parecería indicar que la iniciativa de
esta Asociación, que promueve la defensa del Derecho al Juego, es tan oportuna como idónea.
El Dr. Luis González Placencia, Presidente de la CNDHDF y
participante en la jornada sobre el juego en cuestión fue muy enfático al
señalar que si estimamos que no es
factible dejar que un niño se vaya a dormir sin haber comido, así tampoco
deberíamos permitir que lo haga sin haber jugado. Justamente por ello, siendo el asunto del
juego algo tan serio, los medios y procedimientos que empleemos para destacar este
rubro en la agenda de los Derechos de la
infancia conforman un asunto
delicado que, a nuestro parecer, debe ser tratado con rigor.
Algunos puntos a destacar:
Algunos puntos a destacar:
-
Los datos para sustentar la carencia
de juego en grandes sectores de la población mundial tiene que apoyarse en
cifras convincentes cuando hablamos de políticas públicas.
-
Sería relevante que la Asociación
por el Derecho al Juego (IPA) nos explicara por qué dejó fuera de la Consulta
“Mundial” a tantos países que tienen una historia de investigación minuciosa de
la actividad lúdica como pueden ser Gran Bretaña, Francia, Canadá o Argentina y
Brasil.
-
Tendrían que aclararnos por qué en
su planteamiento establecen una distinción tan tajante entre “juego
tradicional” y juegos electrónicos (incluyendo aquí a la televisión que, aunque
desempeña un rol fundamental en la cotidianidad infantil, no es “un juego”). Si bien concuerdo con ellos en los peligros que
encierran los medios electrónicos -que han evolucionado tan rápidamente que es difícil dar seguimiento a los avances- debemos
reconocer que la tecnología ha llegado a tales niveles de difusión que su
desconocimiento empieza a ser considerado como un
nuevo tipo de “analfabetismo”, mismo que en nuestros países viene a sumarse con
demasiada frecuencia a un precario manejo de la lecto-escritura. Nuevamente ¿no
será el juego, apoyándose en los
múltiples “gadgets” (artefactos) que
ofrece la industria, lo que favorezca cierta preparación para los
requerimientos futuros? El juego tiene una capacidad de adaptación bastante superior
a la de ciertos atavismos.
-
¿Cómo es que no se menciona el
carácter absolutamente dependiente de las propuestas lúdicas que se manejan en
nuestros países? No sólo en últimas fechas la mayoría de los países latinoamericanos
son clientes de las transnacionales del sector, sino que buena parte del acervo
lúdico, incluyendo rondas y juegos colectivos vienen de tradiciones originadas
en otras tierras. Tampoco se pone en evidencia el
costo de gran parte de los juguetes de calidad, ni el contraste entre el número
de objetos lúdicos de que disponen los niños según el lugar donde residen.
Recordemos que en México, según cifras actuales del INEGI, el 59,1% de la
población pertenece a la clase baja lo cual nos puede dar una idea de la
magnitud del problema.
Después de
estas consideraciones generales me parece fundamental intentar tener cierta
claridad en las aportaciones que nuestro país brindó a la Consulta. Para ello
tenemos el informe que las investigadoras Yolanda
Corona Caraveo y Tuline Gülgönen publican en el octavo número de la revista Rayuela. En él se da cuenta, de manera
vaga, confusa y un tanto repetitiva, de la
encuesta realizada. Las autoras enumeran las “transgresiones”
al Derecho al Juego. El mismo término
“trasgresiones” representa ya una forma de distorsionar la realidad, puesto que
sugiere que los “trasgresores” tendrían conciencia de la existencia de este
derecho - como desgraciadamente ocurre, sin mayores crisis de conciencia, en el
caso de tantos otros derechos algo
más difundidos- y que su incumplimiento sería “voluntario”, cosa que no es tan
fehaciente en este ámbito. En todo caso es una lástima que sus autoras se limitaran
a exponer los impedimentos a un pleno desarrollo del juego y no, como señalaba la encomienda que
les otorgaron, nos detallaran “el estado del
juego” incluyendo en ello “sus fortalezas y retos” cosa que nos hubiera
permitido tener un panorama más completo de las particularidades de esta
región.
En el
párrafo donde transcriben las opiniones que expresaron sus
encuestados en la Ciudad de México se refieren al “abuso
de la tecnología y de los medios de comunicación como
la transgresión más común al derecho de la niñez al juego” (p. 106), lo cual es
una mala interpretación del énfasis puesto por los asistentes a dicha reunión
en el monopolio que ostentan las dos grandes empresas televisoras mexicanas que
marcan tendencias, imponen gustos,
difunden “su información” (por no decir “desinforman”) e influyen en las
aspiraciones de gran parte de la población, no sólo de México sino de otros
países del continente. Así lo expresado por los participantes capitalinos en
este rubro no coincide con las afirmaciones generales del IPA, donde sí se
habla de un “abuso de la tecnología” y dicha discrepancia podría evidenciar
particularidades regionales, al menos en el tema en cuestión, que nuevamente
lamentamos que sus autoras no pongan por delante.
En cambio,
en un intento de respetar la expresión de los asistentes, las investigadoras de
la Consulta mexicana reproducen frases como la que encontramos en la página 107:
-En Torreón la falta de espacio y tiempo
dedicados al juego en las escuelas se explicó por el hecho de que el juego no
está considerado por los adultos como una actividad lúdica, sino como una
actividad de descanso: aparte del recreo no hay tiempo para el juego.- que,
más que aclararnos el panorama, testifica una fuerte confusión en el vocabulario
empleado. Señalando de paso el poco alcance que puede tener en México el
Juego cuando los “expertos “ transitan con semejante desenfado entre
términos cercanos sin percatarse de las discordancias de sentido que provocan con sus afirmaciones. No me detendré por
tanto en expresiones como “desaparición de la calle” o las “instituciones
residenciales” (¿conjuntos habitacionales?) para poder comentar la relación que
se da de los aportes de los niños encuestados (que dicho sea de paso no sólo
eran “niñas y niños” si no también “adolescentes” por las edades que marcan en
el texto).
Es tarea del
investigador hacer las “traducciones” necesarias del lenguaje cotidiano que
aparece en las entrevistas, además de crear las pertinentes interrelaciones
entre las informaciones obtenidas, consignando algunos datos estadísticos en
apoyo de sus planteamientos para dar un mejor panorama del tema que se analiza. En
este caso, por lo confuso de la exposición y sus lagunas, nos quedemos sin saber
si alguna de las cifras que nos refieren –por ejemplo ese 3.9% de los
encuestados que juega de manera solitaria- es un tema de preocupación o cabe dentro de cierta “normalidad”; a qué corresponde el
41.9% de “amigos y amigas” con quienes dicen jugar los niños -¿compañeros de escuela?, ¿amigos del
vecindario?, ¿hijos de amigos de los padres? etc.-; o bien si el “patio” en dónde
juegan es el de la escuela o la ”cancha” es la de su comunidad. También habría que precisar si
los “juegos favoritos” fueron escogidos entre aquellos que realmente realizan o
si se consideraron aquellos que los niños desearían poder disfrutar si tuvieran los medios para lograrlo.
Lo delicado
de este tipo de encuesta es que con frecuencia las respuestas -no sólo de los
menores de edad, sino en general de cualquier entrevistado que tiende a juzgar que si alguien
se molesta en realizar una “consulta” sobre un tema es porque este “debe ser
importante”- curiosamente van a
coincidir con aquello que el
encuestador gustaría escuchar. En este caso, la calificación tan positiva que
dan los niños a su espacio de juego, o la conformidad con su tiempo disponible
para jugar, debería haber llevado a un análisis más cuidadoso de sus afirmaciones.
La
conclusión a la que llegan las autoras es tan imprecisa como lo demás del
artículo: “Las consultas con adultos y con niñas y niños permitieron
identificar varias transgresiones similares al derecho al juego en los
diferentes lugares en las cuales se desarrollaron; otras transgresiones son
específicas al contexto del lugar de la consulta. Los problemas reportados por
las niñas y por los niños coinciden en gran medida con los impedimentos
señalados por los adultos.” (p 110)
Acerquémonos
ahora a las contribuciones de la señora Mónica Juárez Soria de De Buen, a partir de su artículo “Rescatando el
juego del olvido” incluido en el mismo número de Rayuela puesto que, en su calidad de Presidenta de la Asociación Internacional de Ludotecas
(ITLA), sus palabras deberían darnos elementos para despejar nuestras dudas.
Empecemos
con esta declaración suya tan contundente como ingenua, sobre todo en un país que sufre como el nuestro desde
hace algunos años de tanta violencia:
Sólo en el juego se pueden dar situaciones ficticias que
ayuden a la explicación de cosas que no podemos entender, como el miedo, lo
inexplicable, esas mariposas que giran en nuestro estómago cuando estamos
ansiosos, por ejemplo: jugar “la ronda del lobo” nos permite asimilar el susto,
(p126).
En su
calidad de “Asesora y Supervisora de ludotecas” ella nos asegura:
Afortunadamente aún existen espacios que provocan
experiencias de juego para los niños y niñas, tal es el caso de las ludotecas,
donde el juego, los juegos y los juguetes son los principales actores, y en
quienes recae la acción de jugar.
Yo hubiera pensado que “los principales actores”
son forzosamente los jugadores; pero para quienes aún no conozcan el término
“Ludoteca” no sé si la oración siguiente, que ella evoca como su definición,
pueda orientarlos o más bien dar origen a mayor confusión:
Lugar de recreación que fomenta el juego libre, se
refuerzan los valores universales, la imaginación, creatividad, se socializa,
se crean juguetes, se siguen tradiciones, se valora al ser humano en sus
diferentes etapas de desarrollo, se obtiene orden, se siguen reglas, hay
disciplina, se fomenta la tolerancia, se desarrollan habilidades, se expresan
problemas, hay educación no formal se liberan tensiones, hay equidad e
inclusión, se siente la libertad del espíritu (Jugar es Crecer ).
Intentar
como en este ejemplo poner todo en una sola frase puede producir un amasijo más
bien desconcertante. En todo caso regresamos
a la necesidad de precisar lo que ponemos bajo ciertas etiquetas: “valores universales”: ¿existen? ¿nos los
puede enumerar?); ¿la “educación no formal”: ¿qué abarca exactamente? ¿es preferible,
convergente o antagónica con respecto a la “formal”? y ¿de qué manera se puede
percibir en este espacio de juego “la
libertad del espíritu”?
Por
desgracia el resto del artículo no es más que una larga serie de enunciados
parecidos, escritos con un pretendido “lirismo”
que su autora debe creer inherente al tema abordado pero que fuera de
una acumulación de lugares comunes poca sustancia tiene, tal las palabras que
presentamos a continuación:
En síntesis, el juego es maravilloso y mágico, pero por
lo mismo en ocasiones le perdemos el respeto y le tomamos como cebo, como una
forma de convencer a los niños y niñas de hacer cosas que no quieren, es una
herramienta de condicionamiento de otras acciones que no son tan queridas por
la niñez. (p127)
Es
una lástima que la Sra. Juárez Soria no haya tenido en cuenta la advertencia
que alguna vez le expresara Luz María Chapela comentando su propuesta de “Día
del Juego”:
“Me preocupa que al fortalecer estas
propuesta y unirnos a ellas estemos propiciando la sobre-simplificación del
juego. Me parece que es necesario profesionalizar nuestras acciones a favor del
juego.”
Puedo entender que viniendo de una formación de economista la expositora
tenga ciertas dificultades para comprender la naturaleza y los alcances de la
actividad lúdica; que sus diversas ocupaciones en las Asociaciones y
Fundaciones que ha tenido a bien crear no le permitan ya seguir llevando una Ludoteca;
además de que, como ella misma nos confesó públicamente durante la “Jornada
sobre el juego”, “sus años” le impidan ya jugar. Pero, aun considerando que
ciertos organismos internacionales no cuentan con los medios para cerciorarse si
títulos y trayectoria son dignos de crédito: ¿Cómo es posible que las
autoridades de nuestro país no hayan prestado algo más de atención a quienes
nos representan internacionalmente y muestran un tan bajo nivel de
desenvolvimiento en un tema en el que dicen sobresalir? ¿Dónde queda por cierto
el “interés superior de la infancia”? ¿Cómo creer en una “Fundación México Juega A.C.” que promueve “un directorio nacional de ludotecas”, pero con la
aclaración de que “Debido a que no se
tiene conocimiento físico del total de las ludotecas, puede darse el caso que
haya ludotecas desaparecidas, nuevas o que no cumplan con las estructuras,
aunque tengan el nombre de ludoteca.” , explicando por otra parte que sus
programas “además de fomentar la
innovación y la creatividad en el abordaje de la problemática social en la
construcción de la respuesta comunitaria, en la formulación de nuevas
metodologías y campo de conocimiento dignificando a las personas a través de
las ludotecas y sus ludotecarios”. Lo cual suena bien pero no quiere decir gran
cosa.
Resulta
preocupante observar que las “consultas” que deberían orientarnos sobre la
situación de la infancia y su derecho al juego que, como señala la misma IPA, es
uno de los derechos menos comprendido y por lo tanto “constantemente ignorado”
(que no es lo mismo que “olvidado” ya que este nunca ha sido puesto en
evidencia), resulten tan contraproducentes.
Mientras la
actividad lúdica sea considerada con tan poca seriedad es previsible que
nuestras instituciones educativas jamás comprendan el potencial del juego, particularmente del “juego libre” pero
también de una “formación lúdica”, para el pleno desarrollo de las futuras
generaciones.
Por último cabe señalar cuánto bien nos haría contar con
un Organismo de carácter nacional de Protección a la Infancia (y Adolescencia)
que venga a substituir al ya obsoleto Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Entre otras cosas bajo su
responsabilidad quedaría la evaluación y control de iniciativas como las aquí
expuestas.
Cuernavaca, junio de 2013
*Mtra. Inés
Westphalen Ortiz
Directora
de la ludoteca La Casa del Escuincle
Egresada
de la Universidad de París Norte, Francia
Miembro
de la Red por los Derechos de la Infancia
Referencias:
-Ver en
página de Ednica: Resumen Consulta
Mundial sobre derecho de niñas y niños a jugar:
http://revistarayuela.ednica.org.mx/article/resumen-ipa-consulta-mundial-sobre-el-derecho-de-ni%C3%B1-y-ni%C3%B1os-jugar
.
Revista Rayuela (Revista
Iberoamericana sobre Niñez y Juventud en lucha por sus derechos): Publicación semestral de ednica
IAP Mayo – noviembre 2013 – Número 3 Año 4 , 240 p.
-Ver: UN General
comment on article 31 (version en ingles y español): International
Play Association: http://ipaworld.org/category/about-us/
.
Estimada Inés, he leído con sumo interés lo expuesto en esta oportunidad. Al respecto quiero comentarle lo siguiente: primero, si bien, como Usted plantea, un “cursillo” no es parámetro para aseverar que se es experto en algún tema, podría aclararme ¿qué entiende por experto/a?, ¿Usted se considera experta en el tema del Derecho al Juego? ¿Por qué?; segundo, siguiendo con su acertada observación de “ser cuidadosos con las palabras” me da la impresión que algunas de sus reflexiones evidencian cuestiones personales; en este sentido, su participación, dentro de la Jornada sobre el Derecho al Juego, hubiera sido muy nutritiva para ampliar el panorama sobre este importante derecho, pues a mi juicio el intercambio de ideas siempre será más enriquecedor que una acción que no favorece la retroalimentación. Por último, quisiera hacerle una precisión el Dr. Luis González Placencia, no es Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sino de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Sin más por el momento le deseo un buen día.
ResponderEliminarEstimado anónimo: Ante todo le agradezco por su precisión en relación al Dr. González Placencia ya que me permitió enmendar este pequeño lapsus. Si usted leyó con tanta atención mi texto habrá notado que lo que aquí expongo va referido a algunos de los artículos publicados en el octavo número de la revista Rayuela, misma que evidentemente yo no había leído antes que se diera a conocer en dicho foro. Mi referencia a la palabra “expertos” es en base a lo que se señala en la conclusión del reporte sobre la Consulta sobre el juego realizada por el IPA, donde por cierto se habla de “expertos en juego infantil” y no en “Derecho al juego”. Sin embargo lo que importa en este caso es el aporte real que México (¡único país en el continente americano invitado a participar!) tuvo en esta consulta “planetaria” cuyas conclusiones se llevaron al Comité de la ONU. Aquí sí cabe la pregunta: si en tantos otros temas acudimos sin dudar a los más altos niveles en preparación profesional ¿por qué no ocurre lo mismo con el tema del juego?
ResponderEliminarComo puede apreciar el medio que escogí para dar a conocer mis observaciones es bastante más abierto, accesible y perdurable que el de la Jornada a la que hace referencia, puesto que nos lleva, tanto a usted como a mí, a estas nuevas reflexiones e intercambios.
Con mis mejores deseos para que este y los próximos días sigamos profundizando en el tema del juego. Atentamente: Inés Westphalen Ortiz