miércoles, 19 de junio de 2013

Derecho al Juego ¿derecho oculto?

Tal vez pocos estén enterados de una petición que ha logrado llegar a las más altas esferas de la ONU, en este caso al Comité Internacional de los Derechos del Niño, comisión encargada de dar seguimiento y supervisar el cumplimiento de la convención que México -al igual que la mayoría de los países del mundo- firmó en el año 1989 a favor de la infancia. Se trata de una toma de conciencia sobre la importancia del juego promovida por la International Play Association ( IPA – Asociación International por el Derecho del Niño al Juego), organización no gubernamental fundada en Dinamarca en 1961. Según nos informaron en el evento “Jornada sobre el Juego”,  realizado a fines de mayo en la Comisión de Derechos Humanos del DF (CNDHDF), durante las sesiones del Comité que se celebraron en Ginebra -entre el 14 de enero y el primero de febrero de 2013 - se logró un “Comentario General” al Artículo 31, en el que se estipula el derecho de la infancia al descanso, el esparcimiento, el juego, la cultura y las artes.

El IPA había proyectado dar más peso a sus palabras a través de la realización de una “Consulta Mundial sobre el juego”, misma que -con el apoyo económico de la Fundación Bernard van Leer- se llevó a cabo en el 2010 en ocho ciudades (Mumbai, Tokio, Bangkok, Beirut, Johannesburgo, Nairobi, Sofía y México). En el caso de México la consulta se realizó además, bajo la coordinación de la Dra. Yolanda Corona Caraveo (profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco), en otras sedes del interior de la República. Sin duda estamos ante un  esfuerzo “incluyente” y de consideración en el cual nuestro país tiene el privilegio de ocupar un lugar destacado. Pasemos por alto que en su momento la representante de IPA en México, la Dra. Lilián Montesinos -catedrática en Nuevo León- ignorara la puesta en marcha de esta iniciativa,  para centrarnos en el informe que se presentó al comité internacional y sobre el cual se convocó a una reunión informativa dentro de la “Jornada sobre el juego” promovida por la revista “Rayuela” de la Institución de Asistencia Privada  "ednica" en mayo de 2013.

Según dicen en el resumen del informe general de la investigación efectuada por IPA :
“Las y los participantes fueron, en su mayoría, personas adultas profesionales, invitadas por su amplia experiencia y conocimiento en el área de derechos de la niñez, juego infantil y campos relacionados en sus respectivos países.”(IPA Resumen General)

En efecto se habla de “Más de 350 personas adultas, expertas y expertos en materia de juego infantil” además de 400 niños. Si los asistentes en cada una de las jornadas mexicanas de “consulta” -como ocurrió en la Ciudad de México- rondaban las veinte personas, debemos congratularnos de tener un alto número de adultos expertos en juego en este país. Algo tal vez inusual cuando la propia IPA se inquieta al ver el escaso número de investigaciones sobre la temática realizadas en esta parte del mundo.

Ya que debemos ser cuidadosos con las palabras, como bien nos recuerda Luz María Chapela haciendo un comparativo con ciertas reflexiones de Jean-Paul Sartre, hablamos del juego sin tener claro por qué lo defendemos y por qué resulta indispensable (p 82) ; empecemos por preguntarnos que se entiende por “expertos en juego”,  habida cuenta que en México no existe, a mi conocimiento, ninguna institución de reconocido prestigio que brinde un título universitario en dicha especialidad. Esta carencia,  además de evidenciar el poco interés de nuestros académicos en la materia, deja abierto el campo a quienes piensan que con un cursillo de 20 ó 30 horas  se puede otorgar una acreditación equiparable a la de un investigador de tiempo completo.

Pero regresemos al análisis de la Consulta realizada por el IPA, dónde la opinión compartida por los encuestados es que la primera dificultad que enfrenta un verdadero reconocimiento del “Derecho al Juego” es la “falta de conciencia”, de la cual adolecen los adultos en general -así como los tomadores de decisiones en lo particular- de la importancia y alcances del juego en lo que respecta al desarrollo infantil.

No es este el lugar para enfrascarnos en un debate sobre una definición veraz y contundente que abarque las múltiples facetas que puede tener “el juego”, por ello, para los fines que nos proponemos – y puntualizando que el juego debe de ser gratificante y libremente escogido - espero que concuerden conmigo en que, cuando hablamos de “juego infantil”  aludimos a una actividad que es la vía natural de apropiación y experimentación que los niños tienen de su entorno. Ocupación cuya  complejidad permite -al mismo tiempo que ellos realizan sus descubrimientos y van afinando sus nociones sobre el mundo- desarrollar sus capacidades teniendo en cuenta el potencial de cada una de las etapas de su evolución personal.

¿Por qué entonces no hay mayor énfasis en los medios académicos sobre un tema tan esencial? Nuevamente el asunto se origina en ciertos malentendidos: se suele considerar al niño como un ser en formación que nosotros adultos tenemos el deber de orientar para que logre una adecuada preparación. Esta “capacitación” -según opinión igualmente difundida- difícilmente puede ocurrir en total libertad y sin un “entrenamiento” que, por desgracia, suele tener facetas poco agradables. El juego es algo tan natural y espontáneo que no puede más que contrastar con estos altos designios que, hasta hace algunos años, semejaban cubrir en cambio las instituciones escolares. Por fortuna esta actividad lúdica, “inevitable” en los primeros años, no conlleva inconvenientes excesivos -a juicio de estos mismos adultos- y, por regla general, en unos años tiende a atenuarse si no a desaparecer del todo.

El problema está en que la “naturalidad” del juego en las sociedades en que vivimos hace mucho que dejó de ser tal.  Por ello cada vez resulta más evidente cómo nuestro “modus vivendi” afecta y distorsiona la capacidad lúdica de nuestros infantes. Al mismo tiempo se ha demostrado qué tanto el “dejar de jugar” en esta etapa de la vida puede ser revelador de graves dificultades. Investigadores y científicos tienden así a corroborar una necesidad vital de la actividad lúdica.  Cabría agregar que la desigualdad social imperante -que evidentemente se extienda también a este rubro- es altamente perjudicial;  en especial, en este caso, por la forma en que este aspecto determina y marca el desarrollo de la infancia.  De allí la urgencia de buscar opciones para paliar las carencias, por lo cual todo parecería indicar que la iniciativa de esta Asociación, que promueve la defensa del Derecho al Juego, es tan oportuna como idónea.

El Dr. Luis González Placencia, Presidente de la CNDHDF y participante en la jornada sobre el juego en cuestión fue muy enfático al señalar que si estimamos que no es factible dejar que un niño se vaya a dormir sin haber comido, así tampoco deberíamos permitir que lo haga sin haber jugado.  Justamente por ello, siendo el asunto del juego algo tan serio, los medios y procedimientos que empleemos para destacar este rubro en la agenda de los Derechos de la infancia  conforman un asunto delicado que, a nuestro parecer, debe ser tratado con rigor

Algunos puntos a destacar:

-         Los datos para sustentar la carencia de juego en grandes sectores de la población mundial tiene que apoyarse en cifras convincentes cuando hablamos de políticas públicas.

-         Sería relevante que la Asociación por el Derecho al Juego (IPA) nos explicara por qué dejó fuera de la Consulta “Mundial” a tantos países que tienen una historia de investigación minuciosa de la actividad lúdica como pueden ser Gran Bretaña, Francia, Canadá o Argentina y Brasil.

-         Tendrían que aclararnos por qué en su planteamiento establecen una distinción tan tajante entre “juego tradicional” y juegos electrónicos (incluyendo aquí a la televisión que, aunque desempeña un rol fundamental en la cotidianidad infantil, no es “un juego”).  Si bien concuerdo con ellos en los peligros que encierran los medios electrónicos -que han evolucionado tan rápidamente que es difícil dar seguimiento a los avances- debemos reconocer que la tecnología ha llegado a tales niveles de difusión que su desconocimiento empieza a ser considerado como un nuevo tipo de “analfabetismo”, mismo que en nuestros países viene a sumarse con demasiada frecuencia a un precario manejo de la lecto-escritura. Nuevamente ¿no será el juego, apoyándose en  los múltiples “gadgets” (artefactos) que ofrece la industria, lo que favorezca cierta preparación para los requerimientos futuros? El juego tiene una capacidad de adaptación bastante superior a la de ciertos atavismos.

-         ¿Cómo es que no se menciona el carácter absolutamente dependiente de las propuestas lúdicas que se manejan en nuestros países? No sólo en últimas fechas la mayoría de los países latinoamericanos son clientes de las transnacionales del sector, sino que buena parte del acervo lúdico, incluyendo rondas y juegos colectivos vienen de tradiciones originadas en otras tierras. Tampoco se pone en evidencia el costo de gran parte de los juguetes de calidad, ni el contraste entre el número de objetos lúdicos de que disponen los niños según el lugar donde residen. Recordemos que en México, según cifras actuales del INEGI, el 59,1% de la población pertenece a la clase baja lo cual nos puede dar una idea de la magnitud del problema.

Después de estas consideraciones generales me parece fundamental intentar tener cierta claridad en las aportaciones que nuestro país brindó a la Consulta. Para ello tenemos el informe que las investigadoras Yolanda Corona Caraveo y Tuline Gülgönen  publican en el octavo número de la revista Rayuela. En él se da cuenta, de manera vaga, confusa y un tanto repetitiva, de la encuesta realizada. Las autoras enumeran las “transgresiones” al Derecho al Juego. El mismo término “trasgresiones” representa ya una forma de distorsionar la realidad, puesto que sugiere que los “trasgresores” tendrían conciencia de la existencia de este derecho - como desgraciadamente ocurre, sin mayores crisis de conciencia, en el caso de tantos otros derechos algo más difundidos- y que su incumplimiento sería “voluntario”, cosa que no es tan fehaciente en este ámbito. En todo caso es una lástima que sus autoras se limitaran a exponer los impedimentos a un pleno desarrollo del  juego y no, como señalaba la encomienda que les otorgaron, nos detallaran “el estado del juego” incluyendo en ello “sus fortalezas y retos” cosa que nos hubiera permitido tener un panorama más completo de las particularidades de esta región.

En el párrafo donde transcriben las opiniones que expresaron sus encuestados en la Ciudad de México se refieren al “abuso de la tecnología y de los medios de comunicación como la transgresión más común al derecho de la niñez al juego” (p. 106), lo cual es una mala interpretación del énfasis puesto por los asistentes a dicha reunión en el monopolio que ostentan las dos grandes empresas televisoras mexicanas que marcan tendencias, imponen gustos,  difunden “su información” (por no decir “desinforman”) e influyen en las aspiraciones de gran parte de la población, no sólo de México sino de otros países del continente. Así lo expresado por los participantes capitalinos en este rubro no coincide con las afirmaciones generales del IPA, donde sí se habla de un “abuso de la tecnología” y dicha discrepancia podría evidenciar particularidades regionales, al menos en el tema en cuestión, que nuevamente lamentamos que sus autoras no pongan por delante.

En cambio, en un intento de respetar la expresión de los asistentes, las investigadoras de la Consulta mexicana reproducen frases como la que encontramos en la página 107: -En Torreón la falta de espacio y tiempo dedicados al juego en las escuelas se explicó por el hecho de que el juego no está considerado por los adultos como una actividad lúdica, sino como una actividad de descanso: aparte del recreo no hay tiempo para el juego.- que, más que aclararnos el panorama, testifica una fuerte confusión en el vocabulario empleado. Señalando de paso el poco alcance que puede tener en México el Juego cuando los “expertos “ transitan con semejante desenfado entre términos cercanos sin percatarse de las discordancias de sentido que provocan con sus afirmaciones. No me detendré por tanto en expresiones como “desaparición de la calle” o las “instituciones residenciales” (¿conjuntos habitacionales?) para poder comentar la relación que se da de los aportes de los niños encuestados (que dicho sea de paso no sólo eran “niñas y niños” si no también “adolescentes” por las edades que marcan en el texto).

Es tarea del investigador hacer las “traducciones” necesarias del lenguaje cotidiano que aparece en las entrevistas, además de crear las pertinentes interrelaciones entre las informaciones obtenidas, consignando algunos datos estadísticos en apoyo de sus planteamientos para dar un mejor panorama del tema que se analiza.  En este caso, por lo confuso de la exposición y sus lagunas, nos quedemos sin saber si alguna de las cifras que nos refieren –por ejemplo ese 3.9% de los encuestados que juega de manera solitaria- es un tema de preocupación o cabe dentro de cierta “normalidad”; a qué corresponde el 41.9% de “amigos y amigas” con quienes dicen jugar los niños  -¿compañeros de escuela?, ¿amigos del vecindario?, ¿hijos de amigos de los padres? etc.-; o bien si el “patio” en dónde juegan es el de la escuela o la ”cancha” es la de su comunidad. También habría que precisar si los “juegos favoritos” fueron escogidos entre aquellos que realmente realizan o si se consideraron aquellos que los niños desearían poder disfrutar si tuvieran los medios para lograrlo.

Lo delicado de este tipo de encuesta es que con frecuencia las respuestas -no sólo de los menores de edad, sino en general de cualquier entrevistado que tiende a juzgar que si alguien se molesta en realizar una “consulta” sobre un tema es porque este “debe ser importante”-  curiosamente van a coincidir con aquello que el encuestador gustaría escuchar. En este caso, la calificación tan positiva que dan los niños a su espacio de juego, o la conformidad con su tiempo disponible para jugar, debería haber llevado a un análisis más cuidadoso de sus afirmaciones.

La conclusión a la que llegan las autoras es tan imprecisa como lo demás del artículo: “Las consultas con adultos y con niñas y niños permitieron identificar varias transgresiones similares al derecho al juego en los diferentes lugares en las cuales se desarrollaron; otras transgresiones son específicas al contexto del lugar de la consulta. Los problemas reportados por las niñas y por los niños coinciden en gran medida con los impedimentos señalados por los adultos.” (p 110)

Acerquémonos ahora a las contribuciones de la señora Mónica Juárez Soria de De Buen, a partir de su artículo “Rescatando el juego del olvido” incluido en el mismo número de Rayuela puesto que, en su calidad de Presidenta de la Asociación Internacional de Ludotecas (ITLA), sus palabras deberían darnos elementos para despejar nuestras dudas. 

Empecemos con esta declaración suya tan contundente como ingenua, sobre todo en un país que sufre como el nuestro desde hace algunos años de tanta violencia:

Sólo en el juego se pueden dar situaciones ficticias que ayuden a la explicación de cosas que no podemos entender, como el miedo, lo inexplicable, esas mariposas que giran en nuestro estómago cuando estamos ansiosos, por ejemplo: jugar “la ronda del lobo” nos permite asimilar el susto, (p126).

En su calidad de “Asesora y Supervisora de ludotecas” ella nos asegura:

Afortunadamente aún existen espacios que provocan experiencias de juego para los niños y niñas, tal es el caso de las ludotecas, donde el juego, los juegos y los juguetes son los principales actores, y en quienes recae la acción de jugar.

Yo hubiera pensado que “los principales actores” son forzosamente los jugadores; pero para quienes aún no conozcan el término “Ludoteca” no sé si la oración siguiente, que ella evoca como su definición, pueda orientarlos o más bien dar origen a mayor confusión:

Lugar de recreación que fomenta el juego libre, se refuerzan los valores universales, la imaginación, creatividad, se socializa, se crean juguetes, se siguen tradiciones, se valora al ser humano en sus diferentes etapas de desarrollo, se obtiene orden, se siguen reglas, hay disciplina, se fomenta la tolerancia, se desarrollan habilidades, se expresan problemas, hay educación no formal se liberan tensiones, hay equidad e inclusión, se siente la libertad del espíritu (Jugar es Crecer ).

Intentar como en este ejemplo poner todo en una sola frase puede producir un amasijo más bien desconcertante.  En todo caso regresamos a la necesidad de precisar lo que ponemos bajo ciertas etiquetas: “valores universales”: ¿existen? ¿nos los puede enumerar?); ¿la “educación no formal”: ¿qué abarca exactamente? ¿es preferible, convergente o antagónica con respecto a la “formal”? y ¿de qué manera se puede percibir en este espacio de juego “la libertad del espíritu”?

Por desgracia el resto del artículo no es más que una larga serie de enunciados parecidos, escritos con un pretendido “lirismo”  que su autora debe creer inherente al tema abordado pero que fuera de una acumulación de lugares comunes poca sustancia tiene, tal las palabras que presentamos a continuación:

En síntesis, el juego es maravilloso y mágico, pero por lo mismo en ocasiones le perdemos el respeto y le tomamos como cebo, como una forma de convencer a los niños y niñas de hacer cosas que no quieren, es una herramienta de condicionamiento de otras acciones que no son tan queridas por la niñez. (p127)

Es una lástima que la Sra. Juárez Soria no haya tenido en cuenta la advertencia que alguna vez le expresara Luz María Chapela comentando su propuesta de “Día del Juego”:

Me preocupa que al fortalecer estas propuesta y unirnos a ellas estemos propiciando la sobre-simplificación del juego. Me parece que es necesario profesionalizar nuestras acciones a favor del juego.”

Puedo entender que viniendo de una formación de economista la expositora tenga ciertas dificultades para comprender la naturaleza y los alcances de la actividad lúdica; que sus diversas ocupaciones en las Asociaciones y Fundaciones que ha tenido a bien crear no le permitan ya seguir llevando una Ludoteca; además de que, como ella misma nos confesó públicamente durante la “Jornada sobre el juego”, “sus años” le impidan ya jugar. Pero, aun considerando que ciertos organismos internacionales no cuentan con los medios para cerciorarse si títulos y trayectoria son dignos de crédito: ¿Cómo es posible que las autoridades de nuestro país no hayan prestado algo más de atención a quienes nos representan internacionalmente y muestran un tan bajo nivel de desenvolvimiento en un tema en el que dicen sobresalir? ¿Dónde queda por cierto el “interés superior de la infancia”? ¿Cómo creer en una “Fundación México Juega A.C.” que promueve “un directorio nacional de ludotecas”, pero con la aclaración de que “Debido a que no se tiene conocimiento físico del total de las ludotecas, puede darse el caso que haya ludotecas desaparecidas, nuevas o que no cumplan con las estructuras, aunque tengan el nombre de ludoteca.” , explicando por otra parte que sus programas “además de fomentar la innovación y la creatividad en el abordaje de la problemática social en la construcción de la respuesta comunitaria, en la formulación de nuevas metodologías y campo de conocimiento dignificando a las personas a través de las ludotecas y sus ludotecarios”.  Lo cual suena bien pero no quiere decir gran cosa.

Resulta preocupante observar que las “consultas” que deberían orientarnos sobre la situación de la infancia y su derecho al juego que, como señala la misma IPA, es uno de los derechos menos comprendido y por lo tanto “constantemente ignorado” (que no es lo mismo que “olvidado” ya que este nunca ha sido puesto en evidencia), resulten tan contraproducentes.

Mientras la actividad lúdica sea considerada con tan poca seriedad es previsible que nuestras instituciones educativas jamás comprendan el potencial del juego, particularmente del “juego libre” pero también de una “formación lúdica”, para el pleno desarrollo de las futuras generaciones.

Por último cabe señalar cuánto bien nos haría contar con un Organismo de carácter nacional de Protección a la Infancia (y Adolescencia) que venga a substituir al ya obsoleto Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Entre otras cosas bajo su responsabilidad quedaría la evaluación y control de iniciativas como las aquí expuestas.


                                                                                                           Cuernavaca, junio de 2013


*Mtra. Inés Westphalen Ortiz
Directora de la ludoteca La Casa del Escuincle
Egresada de la Universidad de París Norte, Francia
Miembro de la Red por los Derechos de la Infancia


Referencias:

-Ver en página de Ednica: Resumen Consulta Mundial sobre derecho de niñas y niños a jugar: http://revistarayuela.ednica.org.mx/article/resumen-ipa-consulta-mundial-sobre-el-derecho-de-ni%C3%B1-y-ni%C3%B1os-jugar

. Revista Rayuela (Revista Iberoamericana sobre Niñez y Juventud en lucha por sus derechos): Publicación semestral de ednica IAP Mayo – noviembre 2013 – Número 3 Año 4 , 240 p.


-Ver: UN General comment on article 31 (version en ingles y español): International Play Association: http://ipaworld.org/category/about-us/  




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2 comentarios:

  1. Estimada Inés, he leído con sumo interés lo expuesto en esta oportunidad. Al respecto quiero comentarle lo siguiente: primero, si bien, como Usted plantea, un “cursillo” no es parámetro para aseverar que se es experto en algún tema, podría aclararme ¿qué entiende por experto/a?, ¿Usted se considera experta en el tema del Derecho al Juego? ¿Por qué?; segundo, siguiendo con su acertada observación de “ser cuidadosos con las palabras” me da la impresión que algunas de sus reflexiones evidencian cuestiones personales; en este sentido, su participación, dentro de la Jornada sobre el Derecho al Juego, hubiera sido muy nutritiva para ampliar el panorama sobre este importante derecho, pues a mi juicio el intercambio de ideas siempre será más enriquecedor que una acción que no favorece la retroalimentación. Por último, quisiera hacerle una precisión el Dr. Luis González Placencia, no es Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sino de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Sin más por el momento le deseo un buen día.

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  2. Estimado anónimo: Ante todo le agradezco por su precisión en relación al Dr. González Placencia ya que me permitió enmendar este pequeño lapsus. Si usted leyó con tanta atención mi texto habrá notado que lo que aquí expongo va referido a algunos de los artículos publicados en el octavo número de la revista Rayuela, misma que evidentemente yo no había leído antes que se diera a conocer en dicho foro. Mi referencia a la palabra “expertos” es en base a lo que se señala en la conclusión del reporte sobre la Consulta sobre el juego realizada por el IPA, donde por cierto se habla de “expertos en juego infantil” y no en “Derecho al juego”. Sin embargo lo que importa en este caso es el aporte real que México (¡único país en el continente americano invitado a participar!) tuvo en esta consulta “planetaria” cuyas conclusiones se llevaron al Comité de la ONU. Aquí sí cabe la pregunta: si en tantos otros temas acudimos sin dudar a los más altos niveles en preparación profesional ¿por qué no ocurre lo mismo con el tema del juego?

    Como puede apreciar el medio que escogí para dar a conocer mis observaciones es bastante más abierto, accesible y perdurable que el de la Jornada a la que hace referencia, puesto que nos lleva, tanto a usted como a mí, a estas nuevas reflexiones e intercambios.

    Con mis mejores deseos para que este y los próximos días sigamos profundizando en el tema del juego. Atentamente: Inés Westphalen Ortiz

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